El pasado domingo 4 de mayo, con la luna creciente estampada en el cielo patagónico, nos encontramos en círculo en este encuentro donde el placer nos convocó. Mi amiga Eleonora sintió el llamado y allá fuimos.
Volviendo de Villa La Angostura hasta mi casa, en El Bolsón, tuve la oportunidad de que vengan a mí impresiones, frases que resonaron, sensaciones y sobre todas las cosas: el poderoso amor que se hace presente cuando las mujeres nos encontramos en círculo.
Una de las mujeres nombró y trajo a Jean Shinoda Bolen, y su libro “el Millonésimo Círculo” y recordé que en entregas de material escrito en taller de ciclicidad comienza con esta cita:
“Estar en un círculo es una práctica de aprendizaje y crecimiento que se nutre de la experiencia y la sabiduría, del compromiso y el valor de cada una de las mujeres que hay en él. Los círculos pasan por diferentes etapas y cambios: florecen o flaquean, sanan o causan dolor a sus miembros, y pueden ser una experiencia transitoria o imperecedera. Del mismo modo que cada miembro aporta al círculo su saber en el campo de las relaciones, esto funciona en sentido inverso, es decir, la experiencia del círculo puede tener un radical efecto positivo en las relaciones exteriores del círculo, puesto que proporciona un modelo, un espacio donde comunicarse con sinceridad y afecto hasta que esa sea la forma de comunicación habitual en tu vida, y sea también la que esperas de los demás.
Esto, a su vez, puede llevarte a cambiar la estructura patriarcal de tus relaciones personales y, a medida que empieces a cambiar tus relaciones, ese cambio se expandirá. Igual a cuando arrojas piedritas en un estanque, del impacto de cada cambio nacen anillos concéntricos cuyo movimiento ondulatorio se extiende y provoca un efeto en otras relaciones.”
Y nuevamente las palabras “círculo”, “cambios”
Creímos la ilusión y compramos el falso placer de lo estable, cuando observando la naturaleza, que nos incluye, eso no existe jamás.
Al nombrar el placer, fuimos inmediatamente a la ciclicidad. Al nombrar la ciclicidad entramos al útero a través de esos portales que nos abre a otra inteligencia:
Sí, es vincular.
Sí, extiende un micelio que nos conecta con todo.
Sí, tenemos que seguir con la tarea.
De nombrar al cuerpo, de conocernos enteras, de reconocer y habitar las memorias que viven guardadas en esas cuencas que llevamos dentro.
Y cuando hablamos de placer tenemos que reconocer que, al abrir esas puertas, es como abrir una canilla de una casa que estuvo abandonada por mucho, muchos años. En otro tiempo en esa casa habitaba toda la fertilidad creativa, donde se gestaba, donde se manifestaba la magia, donde se cosechaba y se compartía. Donde nacían las cosas y se celebraba la vida. Donde morían las cosas y se honraba la vida. Donde la potencia creativa encontraba el espacio con el borde de protección y bendición necesaria.
Y hoy nos toca, cuando a cada una sienta el llamado de esa casa que la nombra, para que vuelva, para que entre y la limpie, y abra esas canillas donde vertientes de agua volverán a nutrir.
Y, esto no olvidar jamás, antes siempre vendrá el tapón de sarro, de mugre, de óxido. Esas canillas sin uso, tendrán aire estancado que impedirá que circule por momento fluidamente el agua por sus cañerías.
Y hay que seguir.
Habitarla, respirar, abrir y abrir y amar la tarea…
Sostener el proceso es la clave.
Porque tendrá sus pasos a seguir, porque tendrá sus propios ciclos, porque es un proceso vivo.
Y si bien, la terea es personal, se potencia cuando es en círculo. Y lo sabemos. Cuando los úteros se juntan, los portales abren.
Crear desde placer hace que esta tarea de limpieza y vacío, para que se llene de nueva vida, vuelva nuestra vida fértil y creativa. Ese es el gran poder que tenemos, mujeres.
Ser las recicladoras. Nuestro cuerpo ya lo tiene, en cada luna sucede.
¡Gracias Vida!
¡Gracias Lawen Cocina Medicina por esta merienda de gozo!
La seguimos.
(¡Que rico!)
Romis